CLETUS III
- Debo marcharme ya, Lorraine. De verdad.
- No puedes. Este trabajo tiene que estar terminado para mañana.
- Por favor, Lorraine, es la fiesta de cumpleaños de Paul y aún no he pasado por…
-Para mañana, Laura. Sin falta.
Otro favor en la cuenta de Alvin. Como siempre, te sientes mal por abusar de su confianza. Se le nota tanto que esta enamorado de ti. Es un buen chico. ¿Cómo podría no serlo, siguiendo interesado en salir contigo a pesar de tu situación? Pero a ti, pobre Laura, ya no te queda espacio. Ni en la agenda ni en el alma. Y tu cuerpo se tensa más y más cada día.
- ¡Maldito semáforo! Voy a llegar tarde – piensas – Espero que Claudine haya podido prepararlo todo antes de recoger a Paul. Al menos que él tenga su fiesta.
- Todo va como era de prever.- ¿Sufre?
- No, claro que no. Ya se lo dijimos. La enfermedad ha acabado dejándolo en coma y así… así estará hasta que…
La frase queda medias. O quizás tú eliges dejar de escuchar. Y te quedas absorta rebuscando, en los ojos cerrados de Jimmy, algún signo de vida, sin suerte, mientras que el doctor se aleja.
Te escondes en la cocina. Necesitas parar un momento. Tomar aire. La fiesta está siendo un desastre. Los niños van a mil por hora. El payaso es un remiendo de sudor y desgracia. Paul está insoportable. Como siempre.
Perder a su padre, la situación de su hermano mayor, el recuerdo del accidente… y yo que no llegó a ninguna parte. Lorraine, Alvin, Paul… todos piden, todos esperan. Jimmy es el único que ni pide ni espera. Y sólo a su lado al silencio que te llena no se le exige disfrazarse de palabra.
¡BLAM! ¿Qué ha sido eso? ¡BLAM! ¿Disparos? ¡BLAM! ¿Afuera? ¡BLAM! ¿Dentro? ¡BLAM! Hay un niño tendido en el jardín. La sangre no te permite distinguir si son sus ropas las de Paul. ¡BLAM! La sangre… o un último recurso inconsciente que busca mantenerte cuerda. ¡BLAM! El payaso. Es el payaso. Se ha vuelto loco. Saltas hacia el teléfono para llamar a la policía sabiendo que no llegarás a tiempo. Tus dedos se enredan y dejas de reconocer los números. Una única cantinela resuena y resuena en tu cabeza y no puedes ya pensar en nada más: ¿Quién rebuscará mañana en los ojos vacíos de Jimmy? ¡BLAM!
- No puedes. Este trabajo tiene que estar terminado para mañana.
- Por favor, Lorraine, es la fiesta de cumpleaños de Paul y aún no he pasado por…
-Para mañana, Laura. Sin falta.
Otro favor en la cuenta de Alvin. Como siempre, te sientes mal por abusar de su confianza. Se le nota tanto que esta enamorado de ti. Es un buen chico. ¿Cómo podría no serlo, siguiendo interesado en salir contigo a pesar de tu situación? Pero a ti, pobre Laura, ya no te queda espacio. Ni en la agenda ni en el alma. Y tu cuerpo se tensa más y más cada día.
- ¡Maldito semáforo! Voy a llegar tarde – piensas – Espero que Claudine haya podido prepararlo todo antes de recoger a Paul. Al menos que él tenga su fiesta.
- Todo va como era de prever.- ¿Sufre?
- No, claro que no. Ya se lo dijimos. La enfermedad ha acabado dejándolo en coma y así… así estará hasta que…
La frase queda medias. O quizás tú eliges dejar de escuchar. Y te quedas absorta rebuscando, en los ojos cerrados de Jimmy, algún signo de vida, sin suerte, mientras que el doctor se aleja.
Te escondes en la cocina. Necesitas parar un momento. Tomar aire. La fiesta está siendo un desastre. Los niños van a mil por hora. El payaso es un remiendo de sudor y desgracia. Paul está insoportable. Como siempre.
Perder a su padre, la situación de su hermano mayor, el recuerdo del accidente… y yo que no llegó a ninguna parte. Lorraine, Alvin, Paul… todos piden, todos esperan. Jimmy es el único que ni pide ni espera. Y sólo a su lado al silencio que te llena no se le exige disfrazarse de palabra.
¡BLAM! ¿Qué ha sido eso? ¡BLAM! ¿Disparos? ¡BLAM! ¿Afuera? ¡BLAM! ¿Dentro? ¡BLAM! Hay un niño tendido en el jardín. La sangre no te permite distinguir si son sus ropas las de Paul. ¡BLAM! La sangre… o un último recurso inconsciente que busca mantenerte cuerda. ¡BLAM! El payaso. Es el payaso. Se ha vuelto loco. Saltas hacia el teléfono para llamar a la policía sabiendo que no llegarás a tiempo. Tus dedos se enredan y dejas de reconocer los números. Una única cantinela resuena y resuena en tu cabeza y no puedes ya pensar en nada más: ¿Quién rebuscará mañana en los ojos vacíos de Jimmy? ¡BLAM!